martes, 14 de diciembre de 2010

Lujuria [FanFic]


Historia Original y Creditos: Montse Andrade (Revista Veintitantos Edición #95)
Importante: Esta lectura es la misma a la revista pero con algunas modificaciones para hacerlo similar al personaje con TOM KAULITZ (Debido que al principio habla de un chico rubio de rastas). Contiene lenguaje explicito que puede ser ofensivo para personas sensibles.
Personajes: Tom Kaulitz, Mireya.



Era la tercera semana que estaba ahí. Su estilo llamaba muchísimo la atención porque era justo lo que a mí me encantaba: los pantalones holgados, camisas semiholgadas y el cabello en trenzas ajustadas.  Admito que tenía un encanto muy especial y más él, me pareció muy atractivo desde que lo vi en la entrada  del café en el que trabajo. La rutina se repetía cada mañana: entraba, tomaba el periódico, y se sentaba en la mesa junto a la ventana del frente y pedía té Chai, todos los días eran iguales.
Agarraba la taza con ambas manos para deleitarse con el dulce aroma que emanaba de ella, tal parecía que evocaba imágenes que le recordaban algo… o alguien. Me acercaba a dejarle su orden y trataba de no importunarlo más de la cuenta, aunque no podía evitar imaginarlo sin ropa. Pocas veces algún cliente me llamaba la atención de esa manera, pero él tenía un aire completamente distinto.
Pensé que sería un soñador o algo así pero ¡que equivocada estaba!
Un día que le llevé su té Chai, noté que dibujaba algo en un block, al acercarme comprobé que eran unos dibujos muy explícitos: parejas haciendo el amor. Me puse tan nerviosa que el volteó a verme:
-“¿No te gustaron mis dibujos?”-, me preguntó con una sonrisa encantadora.
-“Si, claro… son muy bonitos”-, respondí, reponiéndome de la sorpresa.
-“Menos mal, es que no soy muy bueno en esto”-, afirmó mientras pasaba rápidamente las hojas con su pulgar.
-“Eso no es cierto, son excelente”-, le aseguré devolviéndole la sonrisa.
-“Gracias por tus comentarios… Soy Tom”-, se presentó estirando la mano.
-“Mireya, un placer conocerte”-, dije.
Después de ese día, Tom siempre llegaba directamente al mostrador conmigo y me pedía su té, luego hablábamos de cosas sin importancia, y él se iba a su mesa predilecta a dibujar o leer; me fascinaba contemplarlo. Me la pasaba coqueteándole de una forma muy sutil, no quería que se asustara con mi actitud, Tom no daba señales claras de querer algo conmigo, sin embargo, yo no podía dejar de pensar en sus ojos color avellanas, su mentón y sus labios carnosos. Incluso tuve un sueño tan vívido que morían porque se convirtiera en realidad: Tom y yo comenzábamos a besarnos con desespero y terminábamos teniendo sexo en todas las posturas que yo había visto en sus dibujos del block, esas imágenes se mezclaban en mi mente y me perturbaba imaginar, tocar y saborear su cuerpo. Desperté eufórica y con el corazón palpitándome a mil por hora, la promesa de un orgasmo estaba en el aire. A partir de ese momento empecé a planear cómo sería un encuentro sexual con Tom en la vida real,  quería besarlo, despojarlo de su vestimenta, y terminar desnudos en mi cama. Me inventaba diferentes escenarios, posibles horas y hasta el número de encuentros que tendríamos en una noche, quería que me poseyera, que me dijera muchas cosas al oído: que me hiciera vibrar.
Él me provocaba intensas emociones, me aceleraba el pulso con sólo verlo y mi lujuria se desbordaba. Tenía que ser para mí y pronto. A las cuatro semanas ya me había acostumbrado a él, a su olor, a su presencia y a su rutina. No tenía idea de donde vivía, no sabía más que su nombre y eso me bastaba para que el deseo creciera en mí. Toda una tarde después de que se fue me la pasé maquinando la manera de cómo acercarme a él para lanzarme de una vez por todas. Lo había casi planeado todo cuando me cambiaron el turno de noche. El plan se me derrumbó porque por una semana no supe nada de Tom, yo llegaba a las 5 de la tarde y salía casi a medianoche, además no tenía tiempo de platicar con la compañera que me reemplazó en mi antiguo turno, así no tenia forma de echar andar mi proyecto. Ya me había hecho a la idea cuando mi suerte cambió Estaba a punto de cerrar el café cuando empezó a llover, había sido una de esas tardes muy flojas, los clientes habituales no se habían presentado y la granizada que cayó no favorecía en nada. Empecé a recoger las sillas sobre las mesas y a guardar las azucareras cuando un chico empapado entró en el café. Estaba a punto de decirle que ya había cerrado cuando se quitó el gorro de la sudadera que le cubría la cabeza de la implacable lluvia: era Tom.
-“Hola Mireya, ¿Me das asilo un rato? Afuera se está cayendo el cielo”-, dijo mientras intentaba secarse un poco con las manos. Sus incipientes trenzas estaban salpicadas de agua, la camisa azul que traía bajo la sudadera se le pegaba como segunda piel y los pantalones de mezclilla ahora estaban sucios de lodo al igual que sus tenis. Por poco me da un infarto cuando entreabrió la camisa, de su pecho firme sacó unos papeles humedecidos: eran sus dibujos.
-“¿Tienes un lugar para poder secarlos?”-, dijo con voz suplicante.
-“Claro, ven los pongo un ratito junto a la cafetera”- le dije mientras le estiraba la mano. Llevé los dibujos y repasé uno por uno, en ellos había de todo: una pareja haciéndolo estilo perrito, otra de misionero, ella encima de él, ella de espaldas, él sentado y ella de frente… eran por lo menos veinte. No pude evitar imaginarme que en todos éramos él y yo haciendo el amor. Supongo que me tarde un poco más de la cuenta porque no me percate cuando Tom estaba detrás de mí.
-“¿Qué crees que si se sequen?”-, dijo mientras veía los que yo colocaba cerca de la cafetera.
-“Si, seguro… solo que son demasiados, ¿no importa que se tarden? Digo a menos que tengas prisa”-, le pregunté con interés.
-“No, no para nada, al contrario, sirve que deja de llover ¿No crees?”-, me sonrió.
-“sí, ¿Verdad?”
-“por cierto ¿Cuál te gusta más? Es que los ves con mucha curiosidad”-, comentó.
-“Todos me encantan… me fascinan los trazos… las posturas pero ésta en especial es sensacional”-, contesté con énfasis mientras le señalaba uno en el que la chica aprisionaba con sus piernas al hombre que la poseía, mientras él la sostenía en sus brazos.
Tom solo sonrió con malicia y me ayudó a colocarlos en la mesa, cada que el tomaba uno me ponía a soñar que me sugería practicar esa posición. Casi por instinto y después de verlo tiritar de frio le sugerí que se quitara la chamarra, Él me hizo caso. La camisa también estaba empapada, así que le ofrecí una camisa de los uniformes nuevos que guardábamos en la bodega.
-“Espérame, voy por ella”-, le dije sin pensar que esa era la oportunidad perfecta.
-“Te acompaño”-, me respondió.
Caminamos casi en silencio por el estrecho pasillo hasta la diminuta bodega, encendí la luz y busqué las camisetas. Sentirlo tan cerca hizo que mi respiración se hiciera más rápida, que las piernas me temblaran y comenzara a excitarme, me estaban pasando las mismas sensaciones que en mi sueño.  Tom notó mi nerviosismo porque mis movimientos eran torpes y la tensión sexual crecía al instante, el ambiente era perfecto.
El se acercó a ayudarme y quedamos de frente. Justo ahí mi libido se disparó.
Mis dedos recorrieron su cara, sus labios, busqué su pecho que se develaba a través de su camisa desabrochada. Tom me tomó de la cintura, comenzó a recorrer mis nalgas y a acercarme a su pelvis. Eso era lo único que faltaba para que la lujuria se apoderara de mí: le arranqué de un tirón los pocos botones que le quedaban a su camisa y busqué frenéticamente su cinturón.
Comencé a besarlo, a hundir mi lengua en su boca, le mordía los labios, y pegaba mis senos a su torso. El me correspondió despojándome de mi playera y desabrochando mi pantalón. Introdujo una mano hasta toparse con mi pubis. Hizo a un lado mi panty y con habilidad acariciaba mi clítoris. Me tomó la mano y me llevó hasta su pene: quería que sintiera su dureza, su imponente tamaño y lo caliente que estaba. Apoyé una de mis piernas en un estante, el me quito el pantalón, sacó su miembro del zipper y me penetró. Comenzamos a gemir, a balancearnos, a disfrutar… como pudo Tom me levantó y pego mi espalda a la pared, enrosqué mis piernas en su cintura y la penetración se hizo más profunda. Era precisamente la postura que mas me había gustado de sus dibujos.
-“Moría de ganas de hacerlo contigo, lo haces riquísimo”-, me dijo entre gemidos.
Yo le respondí con más intensidad, con jadeos, con besos llenos de pasión. Movía mis caderas al ritmo que el placer me marcaba, arañaba su espalda, mordisqueaba su cuello, sus orejas, y enredaba mi lengua con la suya. El gozo era inmenso, él se movía con un ritmo que me enloquecía, mientras sus brazos sostenían mis nalgas. A veces me acariciaba los senos, besaba mis pezones y luego volvía a mi boca. Encontramos una pequeña repisa y ahí me coloco con delicadeza. Recargué las manos hacia atrás y abrí las piernas para recibirlo de nuevo, el comprendió lo que deseaba, así que me tomó por debajo de las rodillas y en ese ángulo volvió a penetrarme. Ahora los movimientos eran más rápidos, casi sin sentido, pero en un compas delicioso.
Su pene entraba y salía de mí, sus testículos golpeaban suavemente la piel de mis nalgas, sus manos recorrían mi cuerpo con desesperación y pronto nuestro sudor se mezcló. Tom comenzó a jadear, cerró los ojos y se dejo llevar por el placer, verlo así de encendido, su miembro durísimo y sus embestidas poderosas, hicieron que el orgasmo me llegara de golpe. Una explosión que retumbo en mi cabeza, el temblor del éxtasis recorriendo mi espalda. Ya no escuchaba nada, solo a lo lejos distinguía su respiración cortada y el ritmo de su corazón tratando de calmarse sin conseguirlo. Aún estaba dentro de mí, lo sentía palpitar delirante, Tom alcanzó a decir:
-“Así imaginé que te lo hacía, Mireya”.
-“Yo lo soñé muy diferente…” 

1 comentario:

  1. Estimada universitaria, me hace una gran ilusión invitarte a la lectura de la primera parte del artículo: El Universo no necesita a Dios. El artículo (I) en el que se responde con una actitud crítica y en absoluto gratuita a las afirmaciones vertidas en el artículo de contraportada publicado en La Provincia, un periódico regional de las islas canarias. Este artículo realiza unas aseveraciones totalmente gratuitas y simplistas acerca de la existencia o no de Dios, y acerca de la “operatividad” o no de Dios.
    En mi opinión no se trata de ya de ser creyente o no, si no de poseer la suficiente sangre en las venas para indignarse ante lo descaradamente burdas afirmaciones de unos científicos que pretenden ser algo más que eso, (¿gurús, profetas de una nueva religión…?).
    El artículo te gustará, no está escrito en plan plasta.
    Por otra parte todo aporte tuyo será muy bien venido.
    Un saludo desde la isla de Gran Canaria

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